lunes, 10 de agosto de 2020

(Cuento Corto) Un Relato de Mierda

Mientras termino de conceptualizar un escrito sobre la situación de mi amado país, apareció este relato dictado desde el inframundo por un querido amigo que con tal transparencia comparte a carcajadas sus vivencias.
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PRELUDIO
A veces uno cae internado sin aviso previo y puede que justo no haya cagado en dos o tres días previos.

Va al operatorio y puede que esté unos 4 o 5 días más sin cagár.

Imaginen que es un factor de riesgo hacer fuerza y que se salten las puntadas, o que se rompa el arreglo que te han hecho.

Más severo para la psiquis es cuando se trata de los pulmones.

La medicación que te dan, causa resequedad y estreñimiento de tal modo que es casi insospechado para la gente que nunca se ha hospitalizado.

El tema es que uno aprende esta verdad una vez transcurrido el suceso.

De vuelta a la casa, sin haber cagado en tanto, y ya sin ganas de cagar, (muy similar al hambre que se deja de sentir en el ayuno) uno se auto convence de que es mejor ir al baño a ver qué onda.

1

Él, preocupado veía su estómago hincharse.

Las tripas ya no tenían manera de rugir a falta de espacio.

Sin estar en plena consciencia, recordaba somnolientamente que la extrañeza que sentía era por la consolidación de un estado intestinal extraño.

EL PRIMER DÍA.

Fue y se sentó en el trono de cagar, tomó la revista y comenzó a ojearla, el silencio delator incomodaba el natural proceder de la defecación, la puerta era delgada y desde el baño parecía escucharse hasta la respiración de las personas situadas en la cocina, cual si atentos de la situación estaban.

Al menos a la inversa era así, desde el baño se escuchaba todo sonido exterior.

Comenzó a ajustar los esfuerzos, la presión, comenzó a calibrar el esfínter de manera sabia, había aprendido a cagar desde el sigilo en otras apretadas oportunidades sociales, todo un cagador furtivo.

Esta postura felina de cagar le pareció oportuna, hasta que asumió - después de 20 minutos - que de esa manera no podía desestresar la hinchazón intestinal.
- “Estoy medio seco” – dijo él.

Se sacó el Suéter, casi estaba transpirando.

Como no había opción, perdió el miedo a quedar expuesto y empezó a pujar más, confiado que ningún pedo rotundo iba a estallar.

De pronto, tuvo un micro despertar que lo llenó de estupor, y casi pánico.

Se había dado cuenta que no estaba funcionando, tampoco la desinhibición, su mente empezó a tomar oleaje.

Empezó con pequeñas dudas, preguntas.
-¿Será que la vergüenza es demasiada?
-¿Será que estoy demasiado recto?
-¿Quizá debo cambiar de posición para cagar?
-¿Un masaje en los intestinos ayudara? –Se preguntaba él.

Ya llevaba mucho tiempo ahí, más de lo esperado, le preocupaba que en cualquier momento debería explicar a voz retumbante por el eco del baño cerrado, que se encontraba bien, estable, solo un poco demorado, que lo esperen.

Las imágenes que se le cruzaban por la percepción eran todas nefastas, sentía que tenía un corcho en el culo, que un tapón evitaría para siempre poder cagar, se vio llegando al hospital de urgencias donde le practicaban un enema en forma de exposición explicativa siete médicos cada cual con su grupo de cinco estudiantes dotados de una atención precisa.

Respiró, volvió en sí, solo estaba un poco seco y no podía cagar naturalmente.

Se dio cuenta que estaba asustado por lesiones de otrora, entonces supo que debía ser una especie de frigidez anal lo que le ocurría.

Ya rozaba los 40 minutos.

Empezó a transpirar, se decidió por hacer fuerza, recordó sus pulmones en recuperación.

Aprendió a separar y operar un selecto grupo muscular para tal ocasión, pero nada, ni un pedacito.

Las piernas ya estaban dormidas.

El pecho resoplaba.

Se decidió, empujó con todas sus fuerzas teniendo especial cuidado y logrando no forzar la caja torácica, su temperatura se manifestaba cambiándole su tonalidad en un rojo suave, su vista se nublaba, sentía que perdía su forma humana original, empujó y empujó, pero nada salió, ni por asomo.

Ya superaba la hora con diez minutos.

Decidió explorar.

No había guantes, pero ya nada importaba en ese momento, prefería intervenir él que un grupo de desconocidos.

Lo dudó un momento, al fin se encomendó a la obra.

Usó el tacto para sondear la situación, pero nada parecía aflorar del culo, relajó el esfínter lo más que pudo e intentó meter un dedo.

Pudo hacerlo y se encontró con la sorpresa: tenía una tortuga atravesada, un caparazón de mierda dura, mármol, granito, sorete compactado, un bolón iceberg de misteriosa profundidad, era alarmante.

Entendió la naturaleza del esfínter, es un anillo, tipo resorte de calzón, elástico sí, pero no infinitamente.

Pudo ingresar con el dedo a improvisar una ayuda que permitiese empujar el cerote hacia afuera.

El ano contribuyó también girando el bolo cada tanto de acá para allá.

Gente seca de vientre, atiendan: siempre déjense una uña de algún dedo semi-larga, les puede ayudar a seguir viviendo.

Ancló la uña tipo sacacorchos en una esquina del mojón; con mucha maña y prudencia de no pellizcarse, logró sacar una partecita del yeso marrón atorado.

Sintió que avanzaba, aun así, cuando espió el inodoro, no era más que una migaja insignificante.

Olor a mierda salía por todos lados, los brazos enredados, el torso encorvado en dos y la diligencia del asunto fue total sorpresa para el niño que entró al baño sin aviso previo.
-¿Que ta siendo? -Preguntó el niñito extraviado.
-Me estoy rascando! ándate afuera! –Dijo él.

La madre apareció detrás del niño y con espanto se tapó la boca.

El tiempo se congeló, los segundos dejaron de sucederse.

Lo agarraron con las manos en el culo.

Él quiso explicar, pero cuando en su gesto levantó las manos, tenía los dedos llenos de caca seca.

Ella se desmayó.

El nene también, de la ceja brotaba sangre.

A esta altura debo retomar el relato unos momentos de lo que sucedía afuera.

Estaban Elida, Eleonor y Arturo el niño, en la cocina hablando, la idea era que Elida conozca a su nuevo yerno.

DE REGRESO.

Elida aparece también detrás de los desmayados.
-¡HiijiittAAAAH! –Exclama Elida al ver espectáculo inclasificable.

Pero gracias a Dios, las suegras son duras, ella no se desmayó, solo se agarró la cabeza dándose cuenta que existía una situación a resolver.
-Que tal. –Dijo él desde el inodoro -Que le voy a explicar, no puedo cagar.
-Ya veo mijito, Que tal: soy Elida.
-Que tal Elida; discúlpeme que no la salude, ¿Cómo estuvo el viaje?
-Bien querido, pero no nos distraigamos, déjeme ayudarle.

Fue así que empezó la relación suegra yerno.

Ella, aflorando una elegante confianza del tema, muy seguramente por haber padecido una experiencia similar, logro hacer lo imposible.

Metió sus dos manos entre las piernas de él, y con gran maestría empezó a jalar el sorete en todas direcciones para encontrar la posición que pudiera favorecer la cagada.
-Que bueno suegrita querida que está usted acá.
-No se preocupe mijo, aunque le digo que está complicado, espere aquí que ya vengo.

Y así fue, volvió con el Eduardo, para que mire y le dé u consejo.
-Es cosa de paciencia. -Le dijo el Eduardo.
-Va a tener que desmantelar grano a grano esa cosa que tiene ahí usted.
-Ayúdeme. -Le dijo la Elida.
-Espere que no ando solo –Dijo el Eduardo y gritó -¡HE! ¡traigansen los pulques para acá que tenemos casi un parto!.

Finalmente tipo topos de uno en uno fueron probando quien avanzaba mejor, era mucha caca y sobraba el tiempo, hasta que por fin, como si el final del tapón hubiera dislocado, un chorro interminable de mierda blanda y tibia empezó a salir del ano dolorido.
-¡AAAAHHH! -Hicieron todos al unísono...

Aunque morían de ganas, nadie quiso aplaudir, se contuvieron las ganas de abrazarse, algunos despistados equivocadamente se rascaron la picazón de la oreja o comisura manchándose.

Limpiaron entre todos, renovaron los pulques.

Al niño y la madre los dejaron desmayados que se veían descansar.

Se tomaron como tres cubetas de pulque con taquitos de chicharrón, esto a recomendación de la suegra.

Se cortaron las uñas y se pasaron los teléfonos, mucha cortesía y risas respetuosas lograron brotar en comunión.

Prometía todo esto una larga larga unión familiar, y así fue.

FIN

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