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PRELUDIO
A veces
uno cae internado sin aviso previo y puede que justo no haya cagado en dos o
tres días previos.
Va al
operatorio y puede que esté unos 4 o 5 días más sin cagár.
Imaginen
que es un factor de riesgo hacer fuerza y que se salten las puntadas, o que se
rompa el arreglo que te han hecho.
Más
severo para la psiquis es cuando se trata de los pulmones.
La
medicación que te dan, causa resequedad y estreñimiento de tal modo que es casi
insospechado para la gente que nunca se ha hospitalizado.
El tema
es que uno aprende esta verdad una vez transcurrido el suceso.
De vuelta
a la casa, sin haber cagado en tanto, y ya sin ganas de cagar, (muy similar al
hambre que se deja de sentir en el ayuno) uno se auto convence de que es mejor
ir al baño a ver qué onda.
1
Él,
preocupado veía su estómago hincharse.
Las
tripas ya no tenían manera de rugir a falta de espacio.
Sin estar
en plena consciencia, recordaba somnolientamente que la extrañeza que sentía
era por la consolidación de un estado intestinal extraño.
EL PRIMER
DÍA.
Fue y se
sentó en el trono de cagar, tomó la revista y comenzó a ojearla, el silencio
delator incomodaba el natural proceder de la defecación, la puerta era delgada
y desde el baño parecía escucharse hasta la respiración de las personas
situadas en la cocina, cual si atentos de la situación estaban.
Al menos
a la inversa era así, desde el baño se escuchaba todo sonido exterior.
Comenzó a
ajustar los esfuerzos, la presión, comenzó a calibrar el esfínter de manera
sabia, había aprendido a cagar desde el sigilo en otras apretadas oportunidades
sociales, todo un cagador furtivo.
Esta
postura felina de cagar le pareció oportuna, hasta que asumió - después de 20
minutos - que de esa manera no podía desestresar la hinchazón intestinal.
- “Estoy
medio seco” – dijo él.
Se sacó
el Suéter, casi estaba transpirando.
Como no
había opción, perdió el miedo a quedar expuesto y empezó a pujar más, confiado
que ningún pedo rotundo iba a estallar.
De
pronto, tuvo un micro despertar que lo llenó de estupor, y casi pánico.
Se había
dado cuenta que no estaba funcionando, tampoco la desinhibición, su mente
empezó a tomar oleaje.
Empezó
con pequeñas dudas, preguntas.
-¿Será
que la vergüenza es demasiada?
-¿Será
que estoy demasiado recto?
-¿Quizá
debo cambiar de posición para cagar?
-¿Un
masaje en los intestinos ayudara? –Se preguntaba él.
Ya
llevaba mucho tiempo ahí, más de lo esperado, le preocupaba que en cualquier
momento debería explicar a voz retumbante por el eco del baño cerrado, que se
encontraba bien, estable, solo un poco demorado, que lo esperen.
Las
imágenes que se le cruzaban por la percepción eran todas nefastas, sentía que
tenía un corcho en el culo, que un tapón evitaría para siempre poder cagar, se
vio llegando al hospital de urgencias donde le practicaban un enema en forma de
exposición explicativa siete médicos cada cual con su grupo de cinco
estudiantes dotados de una atención precisa.
Respiró,
volvió en sí, solo estaba un poco seco y no podía cagar naturalmente.
Se dio
cuenta que estaba asustado por lesiones de otrora, entonces supo que debía ser
una especie de frigidez anal lo que le ocurría.
Ya rozaba
los 40 minutos.
Empezó a
transpirar, se decidió por hacer fuerza, recordó sus pulmones en recuperación.
Aprendió
a separar y operar un selecto grupo muscular para tal ocasión, pero nada, ni un
pedacito.
Las
piernas ya estaban dormidas.
El pecho
resoplaba.
Se
decidió, empujó con todas sus fuerzas teniendo especial cuidado y logrando no
forzar la caja torácica, su temperatura se manifestaba cambiándole su tonalidad
en un rojo suave, su vista se nublaba, sentía que perdía su forma humana
original, empujó y empujó, pero nada salió, ni por asomo.
Ya
superaba la hora con diez minutos.
Decidió
explorar.
No había
guantes, pero ya nada importaba en ese momento, prefería intervenir él que un
grupo de desconocidos.
Lo dudó
un momento, al fin se encomendó a la obra.
Usó el
tacto para sondear la situación, pero nada parecía aflorar del culo, relajó el
esfínter lo más que pudo e intentó meter un dedo.
Pudo
hacerlo y se encontró con la sorpresa: tenía una tortuga atravesada, un
caparazón de mierda dura, mármol, granito, sorete compactado, un bolón iceberg
de misteriosa profundidad, era alarmante.
Entendió
la naturaleza del esfínter, es un anillo, tipo resorte de calzón, elástico sí,
pero no infinitamente.
Pudo
ingresar con el dedo a improvisar una ayuda que permitiese empujar el cerote
hacia afuera.
El ano
contribuyó también girando el bolo cada tanto de acá para allá.
Gente
seca de vientre, atiendan: siempre déjense una uña de algún dedo semi-larga, les
puede ayudar a seguir viviendo.
Ancló la
uña tipo sacacorchos en una esquina del mojón; con mucha maña y prudencia de no
pellizcarse, logró sacar una partecita del yeso marrón atorado.
Sintió
que avanzaba, aun así, cuando espió el inodoro, no era más que una migaja
insignificante.
Olor a
mierda salía por todos lados, los brazos enredados, el torso encorvado en dos y
la diligencia del asunto fue total sorpresa para el niño que entró al baño sin
aviso previo.
-¿Que ta
siendo? -Preguntó el niñito extraviado.
-Me estoy
rascando! ándate afuera! –Dijo él.
La madre
apareció detrás del niño y con espanto se tapó la boca.
El tiempo
se congeló, los segundos dejaron de sucederse.
Lo
agarraron con las manos en el culo.
Él quiso
explicar, pero cuando en su gesto levantó las manos, tenía los dedos llenos de
caca seca.
Ella se
desmayó.
El nene
también, de la ceja brotaba sangre.
A esta
altura debo retomar el relato unos momentos de lo que sucedía afuera.
Estaban
Elida, Eleonor y Arturo el niño, en la cocina hablando, la idea era que Elida
conozca a su nuevo yerno.
DE
REGRESO.
Elida
aparece también detrás de los desmayados.
-¡HiijiittAAAAH!
–Exclama Elida al ver espectáculo inclasificable.
Pero
gracias a Dios, las suegras son duras, ella no se desmayó, solo se agarró la
cabeza dándose cuenta que existía una situación a resolver.
-Que tal.
–Dijo él desde el inodoro -Que le voy a explicar, no puedo cagar.
-Ya veo
mijito, Que tal: soy Elida.
-Que tal
Elida; discúlpeme que no la salude, ¿Cómo estuvo el viaje?
-Bien
querido, pero no nos distraigamos, déjeme ayudarle.
Fue así
que empezó la relación suegra yerno.
Ella,
aflorando una elegante confianza del tema, muy seguramente por haber padecido
una experiencia similar, logro hacer lo imposible.
Metió sus
dos manos entre las piernas de él, y con gran maestría empezó a jalar el sorete
en todas direcciones para encontrar la posición que pudiera favorecer la
cagada.
-Que
bueno suegrita querida que está usted acá.
-No se
preocupe mijo, aunque le digo que está complicado, espere aquí que ya vengo.
Y así
fue, volvió con el Eduardo, para que mire y le dé u consejo.
-Es cosa
de paciencia. -Le dijo el Eduardo.
-Va a
tener que desmantelar grano a grano esa cosa que tiene ahí usted.
-Ayúdeme.
-Le dijo la Elida.
-Espere
que no ando solo –Dijo el Eduardo y gritó -¡HE! ¡traigansen los pulques para
acá que tenemos casi un parto!.
Finalmente
tipo topos de uno en uno fueron probando quien avanzaba mejor, era mucha caca y
sobraba el tiempo, hasta que por fin, como si el final del tapón hubiera
dislocado, un chorro interminable de mierda blanda y tibia empezó a salir del
ano dolorido.
-¡AAAAHHH!
-Hicieron todos al unísono...
Aunque morían
de ganas, nadie quiso aplaudir, se contuvieron las ganas de abrazarse, algunos
despistados equivocadamente se rascaron la picazón de la oreja o comisura
manchándose.
Limpiaron
entre todos, renovaron los pulques.
Al niño y
la madre los dejaron desmayados que se veían descansar.
Se
tomaron como tres cubetas de pulque con taquitos de chicharrón, esto a
recomendación de la suegra.
Se
cortaron las uñas y se pasaron los teléfonos, mucha cortesía y risas
respetuosas lograron brotar en comunión.
Prometía
todo esto una larga larga unión familiar, y así fue.
FIN
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